domingo, 11 de enero de 2015

¿Qué está pasando en Rusia? (Segunda parte)

El historiador ruso Vladislav M.Zubok proporciona una visión reveladora de Rusia en su libro "un imperio fallido", posiblemente la mejor obra para entender el punto de vista ruso sobre la Guerra Fría y la desintegración de la Unión Soviética.

Los acontecimientos que señalaron el fin de la Guerra Fría fueron la caída del muro de Berlín, las revoluciones pacíficas de Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria y Rumanía, la unificación alemana, la desintegración yugoslava, las sucesivas guerras entre los nuevos estados eslavos y la desintegración final de la Unión Soviética tras el fallido golpe de estado que encumbró a Boris Yeltsin.

Si obviáramos todos estos acontecimientos y mirásemos el mapa actual con los ojos soviéticos de 1989, veríamos lo siguiente:



A comienzos del Siglo XX el Zar Nicolás II soñaba con unificar todas las naciones eslavas bajo la bandera rusa. Este fue el principal motivo por el que fue a la guerra contra el imperio austro-húngaro. La Primera Guerra Mundial, por otra parte, le costó el trono y propició la ascensión de los bolcheviques al poder tras una cruenta guerra civil.

Rusia se transformó en la Unión Soviética, pero la visión imperialista de Nicolás II permaneció inquebrantable en la mente de los nuevos gobernantes de entonces. La Unión Soviética se convirtió en el instrumento para unificar a las naciones eslavas, aunque para ello fuera preciso dar la apariencia exterior de que todas las repúblicas soviéticas eran iguales. El predominio de Rusia se acentuó tras la Segunda Guerra Mundial en el traumático proceso de "rusificación" liderado por Stalin, que llevó a la persecución de las culturas no rusas. La división del mundo por el telón de acero le proporcionó a Rusia el control de facto de todas las naciones eslavas, culminando así el sueño de Nicolás II, pero los métodos escogidos por Stalin sembraron las semillas de la desconfianza y el rencor entre los no rusos.

Muchos ciudadanos rusos declaran sentir nostalgia de la época soviética, aunque muy pocos estarían dispuestos a aceptar en la actualidad las restricciones del modo de vida soviético. Todo apunta a que el nacionalismo ruso está anclado en una visión idealizada del pasado.

El problema es que, bajo esa perspectiva, ahora son enemigos casi todos los antiguos aliados y unos cuantos de los antiguos hermanos soviéticos. En este escenario, es fácil encontrar culpables externos a los problemas ocasionados por la mala planificación económica, las afrentas del pasado y la agresividad militar.