martes, 19 de febrero de 2013

Hábitos saludables

En los años 90 existía la creencia generalizada de que la causa de las enfermedades graves se repartía a partes más o menos iguales entre los factores genéticos y los llamados hábitos de riesgo. Este paradigma ha caído de forma estrepitosa a lo largo de la pasada década.

Todos los estudios realizados apuntan a que los malos hábitos de salud son muchísimo más determinantes que cualquier otro factor, incluida la predisposición genética. Los datos apuntan a que el menos el 80% de los casos de cáncer, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas y diabetes están directamente relacionados con malos hábitos entre los que destacan el tabaquismo, la alimentación deficiente, el abuso del alcohol, el consumo de drogas y el abuso de medicamentos.

Es importante que entendamos en su justa medida el alcance de la frase anterior. Llevar una vida saludable no elimina la posibilidad de sufrir una enfermedad grave, tan sólo nos ayuda a que  la probabilidad descienda hasta un nivel acorde con las capacidades y características del organismo humano. El 20% de los casos para los que no se encuentra una relación causa efecto con un hábito poco saludable se reparten al azar entre toda la población. Podemos contraer una enfermedad grave sin incurrir en ningún factor de riesgo. El cáncer infantil es un buen ejemplo de ello.

Pero lo realmente importante es que llevar una vida saludable nos coloca en una situación completamente diferente cuando tenemos que afrontar una enfermedad grave. En una intervención quirúrgica, por ejemplo, el tabaco y la obesidad incrementan de forma drástica los riesgos asociados a la anestesia.

Llevar una vida poco saludable incrementa el riesgo de sufrir una enfermedad grave y reduce la probabilidad de superarla con éxito.



En el mundo de la empresa también existen hábitos saludables y hábitos de riesgo.

Al igual que ha sucedido en el mundo de la salud, en el mundo de la empresa también se están transformando los paradigmas. Los hábitos de gestión saludables no eliminan por completo el riesgo, pero lo reducen de forma considerable y nos colocan en situación de afrontar las crisis y los cambios en condiciones mucho mejores.

Apalancamiento moderado.
La mala salud financiera es el equivalente de las empresas a las enfermedades cardio vasculares. Una empresa aparentemente sana puede sufrir un infarto de liquidez en cualquier momento si no se preocupa de controlar la tensión arterial del flujo de caja.

Crecimiento adecuado
El crecimiento rápido descontrolado (obesidad corporativa) lleva a problemas de endeudamiento y sobre-dimensionamiento de las plantillas. El exceso de empleados se parece a la diabetes. La empresa diabética tiene mucha más capacidad de producción de la que necesita, lo que la lleva inevitablemente a la caída de  beneficios y la aparición de tensiones laborales,

Transparencia
La falta de transparencia, los mecanismos de control ineficientes y la existencia de reinos de Taifas suele llevar a las empresas a una situación continuada de deterioro que a veces se ve acompañada de lo que podríamos llamar corrupción de baja intensidad. La opacidad en la gestión es el equivalente al tabaquismo. Sus efectos se extienden por todo el organismo y es extremadamente difícil de resolver ya que, al igual que sucede con el tabaco, cuando la opacidad se instala en una empresa, muchas de las personas asumen que dependen de ella para sobrevivir. Es más o menos lo que sucede con el tabaco. Las neuronas "creen" que necesitan la nicotina para seguir viviendo y por ese motivo las personas se hacen adictas con tanta facilidad.

Espíritu abierto
Estar abierto a la comunicación, la innovación y los cambios. Entender que:
  • el destino de la empresa depende más en ser adaptable que en apegarse a las tradiciones,
  • todas las personas son importantes y todas sus aportaciones son potencialmente valiosas,
  • la productividad y la eficiencia aumentan cuando existe un sentido compartido de propósito común y
  • el futuro está por inventar.





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